Por Fulgencio Castañar
Lunes 6 de febrero de 2012, por Jilandero (actualizado el 6 de febrero de 2012)
Todo fluye, todo cambia, es una frase generalmente admitida desde que el filósofo presocrático Heráclito la soltó en griego, claro. Para nosotros es más fácil admitir la de don Hilarión “los tiempos cambian que es una barbaridad”. Y eso también es cierto si lo aplicamos al modo de celebrar el Peropalo. La fiesta está en evolución, como la vida misma. Y ha tenido cambios notables siempre, y algunos notorios, en el último medio siglo.
Algunos los pueden mostrar quienes hoy tienen pocos más de treinta años –si se ponen a ello- , muchos más quienes ya pasamos de los sesenta y, sobre todo, los que ya han cumplido los ochenta y, más los que pasan de los noventa. Sí, todos podemos recordar cambios, los que han vivido más serían, si esto fuese una competición, los máximos ganadores, porque, aunque no nos demos cuenta, la vida es una constante evolución, pese a que a algunos le pese y quisiera que todo fuese igual que en el pasado. Y, en muchos aspectos no es cierto lo que se toma como un a axioma los versos manriqueños, “como a nuestro parecer,/ cualquiera tiempo pasado/ fue mejor”, simplemente, en muchos casos, fue distinto. Lo más sencillo es admitir ese dicho popular: “la vida da muchas vueltas”, que, en la versión medieval, se conocía como la rueda de la Fortuna y que, a la pata la llana, quiere decir que “no hay nada nuevo bajo el sol”.
He aquí algunos de los cambios que recuerda quien firma esta entrada:
1 A sacar la cabeza acudían muy pocas personas; durante muchos años ha seguido a tío Ángel con el tambor una alegre muchachada, de pocos años. Se le daba poca importancia y era como un juego infantil; afortunadamente, se ha convertido en el gran prólogo del festejo.
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2 Obviamente, los cambios producidos en los medios de comunicación han originado que la fiesta que, en un principio, era algo exclusivamente local, sea conocida por todo el planeta y la incidencia de los medios, especialmente en las últimas décadas del siglo XX, a raíz de la proliferación y expansión de los grupos en defensa de los animales ha hecho que la fiesta tenga sus entusiastas seguidores y, también sus activos detractores. La compra de un burro con el que se celebra la corrida de las elecciones y la presencia del mismo animal durante varios años ha permitido demostrar que las acusaciones de que cada año se mataba a un animal y que montaba sobre él el mozo más gordo, entre otras, eran puras infamias agitadas en determinados círculos para desprestigiar el festejo. El hecho de que sea un burro joven y que haya un grupo, “la cofradía de los burreros,” que se encarga de proteger, en la medida de sus fuerzas, de posibles agresiones al animal han sido elementos importantes. También hay que admitir que tuvo mucho que ver el hecho de que se incorporase al festejo peropalero una canción popular que no tiene que ver nada con la música tradicional local; me refiero a la canción “Ya se murió el burro” que, según tengo entendido, es de origen charro, más concretamente del pueblo de Villarino.
Esa letra aludiendo a la muerte del burro extendió una especie que no tiene nada que ver con lo que ocurre en Villanueva. ¿Debería prohibirse? Nada de ello; en un ambiente festivo con el carnaval toda prohibición carece de sentido.
3 Las modificaciones industriales, con la mecanización del sector agrario, también ha tenido una influencia grande en la selección del burro, pues, mediados de los setenta empezaron a escasear los asnos en el pueblo y ya no era posible entrar en una cuadra cualquiera y coger un burro para pasear la sentencia. Fue preciso comprar un burro para la ocasión y luego volver a venderlo. Los primeros años eran animales viejos y, por tanto, incapaces de desempeñar el papel en medio del la masa de mozos que le rodeaban. Destinar un burro exclusivamente a este quehacer a lo largo del año ha sido una gran idea.
4 Aparentemente a nadie ha importado que el rostro del Peropalo tenga un colorido nuevo a partir de la mitad de los ochenta; en esos años se procedió a retocar el colorido y el amarillento que tenía antes, se ha convertido en un tono rosáceo.
5 Colocar la aguja era un rito casi exclusivo de los peropaleros y se ha transformado en un desfogue colectivo de energías, preludio de lo que serán los días siguientes.
6 Durante muchos años un elemento clave era, como acompañamiento a los ritos del Peropalo, el baile. En algunos momentos hubo incluso dos locales; la diversión era continua porque, cuando paraban los músicos para el descanso, cantaba rondas la gente, en corro, como ahora ocurre en medio la plaza algunas horas del domingo o el martes principalmente.
7 El funcionamiento de las tabernas no se parecía en nada al actual de los bares. Tenían un horario más limitado, por supuesto no había más música que la gutural de los clientes y su variedad gastronómica era escasa y, en muchas, no iba más allá de los cacahuetes tostados.
8 Viendo las fotos antiguas y los recuerdos, me atrevería a decir que el número de peropaleros era más exiguo y sin presencia activa de gente joven. Esta foto de los años 80 muestra un momento de transición.
9 El convite ha tenido, posiblemente durante mucho tiempo, un carácter privado. Se realizaba en casa de los mayordomos y solamente acudían los peropaleros y aquellas personas que eran expresamente invitadas. Fue don Gonzalo Tomé, si no recuerdo mal, quien abrió el convite a todo el vecindario a mediados de los años setenta. Además, como el martes empezó a fluir una gran cantidad de personas de otras localidades que se aprovechaban descaradamente de la hospitalidad del pueblo llenándose los bolsillos y bolsas de plásticos con dulces, se pasó a media mañana desgajándolo de la significación que tenía en un principio al confluir con el momento de la quema del Peropalo.
10 Se ha prescindido totalmente del criterio que se respetaba tradicionalmente a la hora de decidir sobre la persona que había de asumir la “capitanía” de la fiesta cuando coincidían varias personas en su deseo de ser “capitanes”. En el momento de la elección se prefería al matrimonio que se hubiese casado más recientemente; este criterio conectaba con la necesidad de que, en las creencias mágicas, se podía ayudar a la fuerza del mana sagrado de alguna forma; en este caso del ritual del Peropalo, como rito de fertilidad, se supone que sería esta pareja la más activa en actos de procreación. Es lógico pensar que si el convite es abierto a todo el pueblo, los gastos se incrementan notablemente y un joven matrimonio no puede atenderlo con la misma facilidad. También los años de crisis demográfica con el éxodo a las ciudades hizo que hubiese menos personas en el pueblo que se ofreciesen para ocupar la “capitanía” y, para evitar que la carga recayese sobre el municipio, se escogiese “capitán” sin tener en cuenta ese criterio. Luego se ha ampliado a ser capitanes personas que no estaban casadas. Es un signo de los nuevos tiempos y de la nueva percepción de lo erótico desde el punto de vista social.
11 En los años sesenta se prohibió arrojar algunos elementos que hasta entonces eran usuales en la fiesta; paja y salvados . Se prohibió porque venía acompañada de heces de burro por proceder de cuadras cercanas, y el ayuntamiento empezó a utilizar confeti en el ofertorio). Otras bromas que consistían en mojar a los viandantes con los llamados “agatochos” pasaron al olvido.
12 También se abandonó la costumbre de hostigar a los perros para manearlos o, como era más habitual, ponerlos unas latas atadas a la cola. Desaparecieron las lazadas de mimbre con las que se los sujetaba cuando buscaban comida por las regueras.
13 Ha habido cambios importantes en la indumentaria. Por un lado, para resaltar un rasgo propio de todo carnaval como era invertir valores sociales, era usual que esto se hiciese con una acción muy sencilla: ponerse las prendas al revés; el domingo y el lunes la gente iba con los jerseys y chaquetas al revés. Apenas se veía un blusón azul, excepto en unos cuantos hombres que los vestían habitualmente.
14 Ha desaparecido el interés de los grupos de amigos por realizar algún tipo de cuadros de los llamados “comedietas ridículas” de una estructura, sencilla, pero bien trabada como los había antes. Ahora las peñas que se juntan tienden más a preparar disfraces, aunque sean "made in china".
15 La industria carnavalera china, con sus bajos precios en los disfraces, ha permitido que el lunes se llene de color y exotismo, con grupos de personas que se identifican como miembros de una panda con idéntico disfraz, que incluye, en ocasiones, hasta padres e hijos.
16 Se rondaba más; en los últimos años la ronda se organiza en torno a los músicos con instrumentos. Antes, matrimonios amigos rondaban sin más ayuda extra que la botella, el caldero y el almirez. No ha sido nunca muy alto el número de personas que sabían tocar la guitarra, el laúd o la bandurria.
17 El “capitán” era el encargado de buscar tanto a los alabarderos como a los calabaceros. Fue, a partir de una capitanía municipal cuando se instituyó la presencia de los quintos como calabaceros. Desde entonces el papel de los calabaceros ha pasado a ser casi algo exclusivo de los jóvenes que se iban a incorporar al servicio militar; una vez desparecido éste en 2001 se mantiene como una especie de rito de paso entre los jóvenes de la localidad. Lo más llamativo es que éstos hayan incorporado como canción distintiva una de origen militar, algo que no tiene relación alguna con la fiesta y que nunca lo tuvo.
18 En el ofertorio estaba presente el párroco de la localidad junto a las autoridades municipales por aquello de que una parte de lo recaudado era para “misa de ánimas”.
19 El “Paseo” se ha embellecido cromáticamente con la presencia de muchísimas mujeres con el traje tradicional, pero ha perdido musicalidad, puesto que son muy pocas personas las que cantan ahora. Esta foto del año 1980 muestra cómo los alabarderos no llevaban calzones, sino pantalones, y su seña de identidad seguía siendo el pañuelo sobre la camisa bordada.
20 Durante años se ha cuidado muy poco la suplantación del Peropalo en el momento de ser manteado. El mono azul que hemos visto muchos años parece que ha pasado a ser un fallo subsanado.
Los de generaciones anteriores pueden recordar los años de la posguerra en que, primero no se celebró, y luego no estaba permitida la pólvora; acaso alguno pudiese recordar que durante la guerra tampoco se celebró, pues estaba prohibido oficialmente desde 1937 y que por una orden gubernativa, a nivel nacional, de 13/01/1940 se resolvía mantener la prohibición absoluta de la celebración de las fiestas del Carnaval. Por tanto, hubo una gran alegría cuando se volvió a la normalidad, cuando, varios años después, en vez de ahogar al Peropalo en el pilón de la fuente como se hizo algún año, se le volvió a quemar tras el tiroteo al mantearle. Un jolgorio similar debió vivirse, a su modo, tras finalizar otra guerra, la de la Independencia, si tenemos presente lo que se escribe sobre el carnaval de 1811 en Madrid: ”Muchos años hace que no se había manifestado en el pueblo de Madrid un regocijo tan general como el que se ha notado en los días de este carnaval.”
Puestos a retrotraernos al pasado es posible que los más ancianos de la localidad hayan oído mencionar a sus abuelos –me lo recordó en los años ochenta el señor Alberto Salinero- que hubo un tiempo en que una parte de los vecinos, los más devotos, durante los días de carnaval acudían con frecuencia a la iglesia para un acto de exaltación eucarística ya que, por orden del episcopado, a partir de los años cincuenta del siglo XIX , cuando por el auge de la imprenta, empezaron a publicarse los boletines eclesiásticos de las diócesis, hubo una floración de pastorales contra el carnaval y, para combatirlo, se implantó una celebración especial durante esos días. A Villanueva llegó esa pastoral en febrero de 1862; algunos de sus párrafos los he citado en mi artículo “Desvelando al Peropalo” publicado en la publicación electrónica “Revista de Folklore”.
Pero no han sido estos los únicos cambios; se podría echar la mirada más atrás y veríamos que el gran cambio se produjo cuando se equiparó al Peropalo con Judas y se dio a la fiesta ese aire antijudaico que ha llegado hasta nosotros convertido en puro folklor; recordemos que las coplas lo atestiguan; el primer verso de la copla que empieza “A ese que llaman Revive” pasó a ser “A ese que le llaman Judas” y luego todo lo demás que se canta contra los judíos.
Pero eso ya es otro cantar y habrá que dejarlo para otra ocasión.
Fulgencio Castañar