Extractos de un artículo antropológico por Fulgencio Castañar
Jueves 9 de febrero de 2012, por Jilandero (actualizado el 15 de febrero de 2012)
Cada año, en día diferente por no hacer mudanza en su costumbre, el Peropalo, en la fecha asignada por el calendario al Carnaval, reaparece en las calles de Villanueva dispuesto a ocupar su espacio habitual, a hacer honor a uno de sus nombres, “Revive”. La mayor parte de la gente del pueblo, familiarizada con su figura, se acerca en algún momento a su alrededor para disfrutar con mayor o menor intensidad de la fiesta, según la edad y estado de salud, y solamente una parte, los que empiezan a tener uso de razón, preguntan a sus padres, abuelos o amigos mayores por la identidad del personaje. Y la mayoría de los chicos recibe, también como un elemento más de la tradición, la misma respuesta que sus padres recibieron de sus mayores y luego, sin reflexionar o comprender bien la explicación, todos corren a integrarse en la fiesta, a vivirla de acuerdo con su edad.
Sólo una parte de los que vienen de fuera por vez primera se plantean, sorprendidos ante lo que ven sus ojos, qué misterio se encierra en torno a un personaje tan singular y qué significan los diferentes momentos del festejo peropalero. Y, al preguntar a varias personas, se quedan un tanto perplejos porque las respuestas no siempre son coincidentes. Pero, aunque sean muy divergentes, casi siempre hay, al menos, un punto de coincidencia: se tiene, como un axioma de la tradición local, que fue una persona que existió en un pasado lejano. El festejo estaría, por tanto, en relación, con un acontecimiento de la historia local que el paso de los siglos ha enterrado en los oscuros siglos medievales.
Las divergencias son fáciles de explicar porque, a cualquier acontecimiento humano, a medida que transcurren las generaciones, se le ve de forma diferente y si no ha tenido mucha relevancia y no hay una relación escrita que lo fije, las explicaciones empezarán pronto a caminar por senderos diferentes y, con el paso del tiempo, puede que, incluso, de direcciones opuestas.
Sin embargo, tanto en estas hipótesis como en otras que se puedan escuchar en la gente del pueblo -un alcabalero o un cacique de la comarca que, por quitar la honra a las mujeres, es ajusticiado- se olvidan varios aspectos fundamentales, el análisis de las partes del festejo, la información que aporta una serie de coplas que se cantan exclusivamente durante los días de fiesta; y tampoco se tiene en cuenta el contexto en el que se celebran los ritos del Peropalo, el cual no es otro que el periodo carnavalesco.
Antes de abordar estos aspectos olvidados –estructura, coplas y contexto- hemos de plantearnos el posible valor de las hipótesis que se sostienen a partir de un carácter historicista de la fiesta; esto es, analizar la posible existencia real del protagonista. Si hubiese vivido un personaje con esas características y sus fechorías hubiesen ocurrido por toda la comarca, una vez ajusticiado, ¿no lo recordarían todos los pueblos por igual? Si hubiese delimitado el ámbito de sus correrías exclusivamente a la zona de Villanueva -o a las aldeas medievales que luego se agruparon en el núcleo más importante- y si su captura fue tan importante para los lugareños que lo quieren recordar cada año ¿cómo es que olvidan la entidad del sujeto a conmemorar? Si hubiese sido un malhechor, ¿cómo es posible que tenga partidarios y detractores? Si hubiese sido un violador ¿cómo es posible que las mujeres lloren su muerte mencionando las horas felices con él compartidas? ¿Cómo los maridos van a recordar cada año su deshonra? Si tuviese esa entidad el personaje ¿por qué van armados los peropaleros y salen siempre en defensa del Peropalo? Si se recordase un proceso de la Inquisición, en la fiesta sólo se representaría la condena; entonces, ¿por qué la confección del muñeco se realiza casi exclusivamente con asistencia del grupo de los peropaleros? Por último, para cerrar esta serie de interrogantes, ¿por qué la fiesta es una explosión de alegría y sólo hay algunos gestos rituales de irritación contra el protagonista? Es innegable que, al acercarse el atardecer del martes de Carnaval, algunos piden su muerte, mientras otros piden su salvación. Esto lo vemos como parte del juego de la contradicción; la libertad carnavalesca y el caos que se origina al quedar un tanto apartadas las normas restrictivas en la fiesta, le permite al individuo adoptar la posición que desee y cambiar al instante; por eso una misma persona puede pedir su muerte y poco después puede gritar para exigir su liberación de la condena.
Al Peropalo se le tiene tanto afecto que le miran a uno mal cuando en vez de nombrarle con el nombre propio se refiere uno a él como muñeco de heno. Si fuese un violador ¿es posible que alguna mujer quiera asumir el cargo de “Capitana” como fruto de una promesa o manda? ¿No implica esto –igual que algunas actitudes que hay durante la fiesta- un carácter reverencial respecto al Peropalo?
Pero, dejemos atrás las objeciones a las diferentes hipótesis y centrémonos ya en la explicación de la fiesta, al menos en aquellos pasajes que tienen una significación clara, meridiana; habrá otros en los que aventuraremos nosotros también hipótesis.
Hay gestos, acciones humanas que pueden ser interpretadas de una forma unívoca, pero otras, como ejemplificó el Arcipreste de Hita en la disputa entre el bellaco romano y el sabio griego, pueden ser ambiguas y equívocas y provocar una comprensión errónea del mensaje; en cambio, la palabra puede ser el mejor vehículo para expresar de una forma nítida el pensamiento de la persona. Por eso, antes de aludir a la estructura de la fiesta, vamos a utilizar la palabra, la letra de las coplas, para mostrar el sentido que tiene el festejo y cual es la identidad que se le asigna a su protagonista. No obstante, antes de hacerlo, es preciso que señalemos, para quien no la conozca, que la fiesta gira en torno a los ritos que se realizan a un muñeco de tamaño algo superior al natural y que la estructura del festejo, en síntesis, podemos decir que consiste en la confección de un muñeco con la finalidad de exponerlo al público en un lugar fijo de la plaza mayor del pueblo y darle cada día unos paseos por la localidad que se rematan con el baile de la jota a la que ha precedido un rito de carácter vejatorio; pasados los dos primeros días, se le somete a un juicio bufo para condenarle a morir al anochecer del martes de carnaval; antes se ha realizado un ofertorio grotesco en el que los oferentes son golpeados con calabazas y una procesión laica en la que la Capitana porta una zarza con un grueso chorizo de claro simbolismo fálico; el Capitán, en cambio, lleva una bandera con la que se ejecutarán después algunos airosos ejercicios en medio de la plaza.
Las llamadas “coplas del Peropalo” son una serie de estrofas de cuatro versos octosílabos con asonancia en los pares; son más de cincuenta y en ellas, como notas fundamentales, se muestra la identidad del Peropalo y aparecen también las tensas relaciones ente judíos y cristianos; hay, además, una serie de ellas que giran en torno a una denuncia ante la Inquisición y la consiguiente indagación a los peropaleros; el sufrimiento en su traslado a Llerena (Badajoz) y el alegre recibimiento que les hicieron sus familiares y vecinos cuando regresaron al pueblo.
Las coplas más explícitas sobre la personalidad de Peropalo son éstas.
“El Peropalo de hogaño
lo queremos pa quemarle,
que es un Judas que hacemos
pa afrenta de su linaje.”
“A ese que le llaman Judas,
y de nombre Peropalo,
le ha salido la sentencia
que tiene que ser quemado.”
En consecuencia, es irrefutable que, desde un momento determinado de la historia, los actos que se realizan con el muñeco no son sino una serie de acciones para vejarle por su traición a Cristo y con su muerte conseguir la satisfacción de la venganza. Si la mayoría del resto de las coplas aluden a la conflictividad entre judíos y cristianos, no hay duda de que es un condicionamiento religioso el que se toma como punto de partida para conseguir la catarsis que pueda producir en los cristianos la muerte de tan protervo personaje.
Estas coplas ponen de manifiesto que, desde hace unos cuantos siglos, al Peropalo se le asignó la misión de ser el catalizador del odio contra los judíos y se aprovechó su figura y la tradición de su fiesta con una finalidad determinada que rompía con la que tuviese antes; porque, esto es fundamental, la primera copla citada nos dice que existía la celebración de un Peropalo anterior cuyo significado iba por otros derroteros. Hubo un año, al que se refiere la copla con ese hogaño que fue el primero en tener la fiesta del Peropalo ese carácter antisemita y, a nuestro parecer, aprovecharon toda la estructura anterior con esa finalidad. Pudo haber alguna pequeña modificación, pero, sobre todo, lo que hicieron fue mostrar lo que sentían o lo que era, en aquel tiempo, políticamente adecuado para estar a bien con el poder; eso aparece en la retahíla de coplas que crearon para arropar la nueva dirección del festejo. Este cambio de rumbo salió adelante por las circunstancias que vivía el país. Esta situación no podía ser otra que la conflictividad que, a finales del siglo XV, provocó que los Reyes Católicos tuvieran que tomar la decisión de expulsar, en 1492, a los judíos de sus reinos. Hemos de interpretar que la expulsión, para quienes la deseaban y aplaudían, suponía eliminar un peligro de los reinos españoles.
El sentido general de la fiesta es, por tanto, antisemita. Mas, en el festejo, podemos encontrar una serie de aspectos, actos, elementos que nos prueban que fueron muy escasas las transformaciones que hicieron sobre un ritual anterior. Empecemos por una copla que nos prueba que la que utilizan para dar la identidad al sujeto es un simple calco, copia casi total, de otra anterior que nos revela una personalidad del protagonista, en un sentido muy diferente.
“A ese que llaman Revive
y por nombre Peropalo,
le ha salido la sentencia
que tiene que ser quemado”.
El alias, Revive, apunta a una característica fundamental, la capacidad de resurrección que tiene el sujeto. Esto es lo que hace lógico que cada año se celebre; mientras que, si a un sujeto real, histórico, se le quema, no entra dentro de la lógica normal la posibilidad de que al año siguiente resucite para que puedan quemarlo otra vez y, si se repite, como en las celebraciones de “la quema del Judas” que se hacen por semana santa, es siempre sin esa alusión a su resurrección. En el caso del ritual del Peropalo, para reforzar ese poder extraordinario del sujeto a través del símbolo, se utiliza un elemento clave para que todo el mundo pueda aceptar su resurrección y nadie la ponga en duda: se decapita al muñeco y se guarda su cabeza con lo que cada año al insertarle en el cuerpo la cabeza del año anterior se está ayudando a que la aceptación de Peropalo como ser resucitado no sea puesta en duda por nadie. Si reflexionamos sobre lo que significa esta resurrección vemos que tiene que ser algo totalmente distinto a lo que se quiere representar en el festejo con su orientación antijudaica; en este último caso, las coplas lo prueban, lo que se desearía es el exterminio para siempre, la erradicación de los judíos de la faz de la tierra.
Acaso convenga señalar que el domingo anterior al gordo, es decir, una semana antes de que aparezca el muñeco, se pasea su cabeza, en un rápido recorrido, por determinadas calles del pueblo. El recibimiento creemos que no tiene que ver nada con la figura del Peropalo identificado con Judas; pues, si se le quemó para que desapareciera, su presencia indica que no se consiguió y durante ese paseo habría que reaccionar con ira por el odio hacia el personaje y, sobre todo, por el fracaso del año anterior. La aportación, en cambio, que debía hacer Revive al pueblo debía ser de un carácter bienhechor, porque se le recibe con alegría y júbilo.
Hay otros elementos, además de estos mencionados, que nos indican que eran acciones o actitudes tradicionales que no se modificaron al convertir al Peropalo en Judas; veamos algunos más. Cuando se confecciona el pelele es siempre una mujer la que le cose la zona de los genitales ¿tiene esto sentido si el personaje al que se está dando forma en ese momento es Judas? El muñeco tiene un grueso palo para dar consistencia a su estructura de heno y para poder transportarlo fácilmente; se le expone al público enhiesto, sujeto por ese palo, en una especie de fuerte escalera de mano –la denominan como “aguja”-; en el caso de que se representase a Judas ¿no debiera ser, como ocurre con tantos “Judas” cuya quema se produce por los más variados parajes de la geografía española, colgado? Para condenarle se le acusa siempre de traidor y abusos sexuales. ¿A qué viene esta referencia en el caso de que el sujeto representase a Judas? En el ofertorio de los calabaceros, se golpea a quienes entran a ofrecer, pero no se toca a la persona que lo hace llevando al Peropalo. Si fuese el muñeco representase al discípulo de Jesús que vende a su maestro, ¿no habría que darle con mayor fuerza? ¿Qué sentido puede tener el que, simbólicamente, el muñeco aparezca castrado y sus atributos varoniles se paseen por la localidad y se canten canciones tras él yendo todos bellamente ataviados? ¿Por qué se le mantea y dispara sobre él, si Judas, según la tradición, se ahorcó colgándose de un árbol? Por último, con frecuencia ocurre que hay varios matrimonios que desean ser los “capitanes” de la fiesta y se escoge, según criterio tradicional, al que lleve menos tiempo casado. ¿Será esto un capricho o tendrá alguna importancia? Ya lo expondremos en su momento para que se pueda comprender la razón de este criterio.
Si nos detenemos a pensar sobre el contexto en el que aparece, el Carnaval, vemos que la explicación historicista sobre la persona que puede estar representada por Peropalo no tiene sentido; hay cientos de carnavales en los que se queman peleles; en muchas localidades también se le asigna al muñeco un nombre propio –hay grandes ciudades en las que hay más de uno y en ellas se opta por un genérico, que sirve para todos los barrios- y en la mayoría de las pequeñas poblaciones, por supuesto todas de carácter rural, se le confiere una personalidad similar. Esta no es otra que la de un malhechor que viene de fuera, abusa de las mujeres, levanta las iras del vecindario y acaba siendo ajusticiado tras un juicio popular.
¿Ha habido tantos casos similares en España o estas coincidencias son el resultado de un intento de explicar a partir de la historia algo que, en un momento, les resulta inexplicable? ¿Por qué todos ellos se recuerdan durante el Carnaval y como una celebración gozosa? ¿Por qué es, para los lugareños, inexplicable el contenido que se pudiera encerrar en esos muñecos que nacen para ser quemados?
Para responder a esta pregunta es fundamental echar mano de lo que nos dicen los historiadores sobre el origen del Carnaval y la remota y compleja, génesis de estos festejos, los únicos laicos de nuestra sociedad. Podemos sintetizarla en pocas palabras de la siguiente forma: el Carnaval es el resultado de la acumulación, en unos días determinados, de elementos derivados de las fiestas paganas del ciclo invernal en las que se intentaba, por medio de ritos diferentes, invocar la regeneración de las fuerzas de la naturaleza aletargadas con los fríos invernales. Era, pues, un intento de provocar, por medio de ritos religiosos, el vigor reproductivo de la naturaleza para que, plantas animales y personas siguiesen multiplicándose con la llegada del buen tiempo. Esas fiestas precristianas tenían elementos similares por la expansión del dominio romano y su religión oficial por toda Europa; también contaban con la presencia de elementos diferenciadores que proporcionaba el sustrato de la religiosidad que en cada lugar existía previo a la romanización; si en los siglos posteriores cada lugar han pasado por unos avatares diferentes, tendríamos tres razones básicas para explicar las variantes que hoy existen en la celebraciones carnavalescas.
Un elemento importante lo tenemos en la resistencia que se opone en cada lugar a la desaparición obligada por la condena a esta serie de ritos paganos y la exigencia de su erradicación que proviene de la Iglesia en cuanto ésta consigue su alianza con el poder político. Algunos elementos de la religiosidad pagana tienen que desaparecer, pero otros muchos se asimilan a festividades cristianas y, sin duda, los que tenían raíces más fuertes acaban, por ser imposible su desarraigo, como la muerte del rey saturnalicio, celebrándose en unos días de licencia extrema, inusual y que escapa a todas las consideraciones morales y lógicas tanto del poder político como del religioso. En esos momentos de pugna y asentamiento de nuevas ideas religiosas muchos de los ritos primitivos desaparecen; hay otros que se insertan asimilados en fiestas cristianas y muchos, los de más fuerte arraigo, se unifican en unos días que nosotros denominamos como Carnaval. Para contrarrestarlo se instaura un periodo de vida ascética que conocemos con el nombre de Cuaresma. Como consecuencia de esas circunstancias, en los carnavales europeos –matriz de los surgirán después en América- se conservaron, exclusivamente, en cada lugar los elementos o aspectos de esos rituales de las fiestas invernales que estaban más arraigados en la mentalidad de las gentes; se conservaron gestos, actitudes, aunque, con el paso de los siglos se perdió la noción de lo que pudieron haber significado en el pretérito y, en muchos casos, se recurrió a explicaciones legendarias para explicar algún aspecto de sus ritos. Por esta razón lo que se considera como periodo carnavalesco es tan dilatado y, al mismo tiempo, es, aparentemente, tan dispar de unos sitios a otros.
¿Qué es lo que se podría encontrar en el rito del Peropalo anterior a su conversión en un sustituto de Judas? Creemos que, durante lo siglos medievales y, una vez implantado el cristianismo en la comarca, se pudo conferir a los muñecos carnavalescos, en vista de que no se podían eliminar, al menos oficialmente, la representación de los valores paganos que debían ser desechados antes de entrar en la cuaresma. En ellos se encarnaría la sensualidad, el deseo de gozar de los placeres corporales, el hedonismo, la alegría loca del disfrute erótico, el vitalismo, en suma, lo carnal y, por esto debían ser quemados como forma de superación y así poder iniciar bien el inicio de la cuaresma. Sería ésta también una manipulación de lo que habría sido el sentido originario y en ella aparecerían mezclados elementos de diversos ritos paganos, pero bautizados y hasta bendecidos por la Iglesia; esta afirmación la basamos en que una parte de las ofrendas –que seguían haciéndose- era para la Iglesia y, en algunos lugares, se orientó totalmente la significación de la fiesta en una dirección específica, cristiana; son los llamados “carnavales de Ánimas”, de los que pocos han llegado hasta a nuestros días. En el caso de Villanueva, al Peropalo se le debió asignar un alias para que, con la evolución de la lengua, se le siguiese reconociendo como una especie de dios o superhombre, y se le llama Revive.
En siglos anteriores a la era cristiana era aceptado el sacrificio de seres humanos a los dioses, aunque algunos historiadores como Sánchez Moreno , y otros lo interpretan como algo ocasional; una forma de impetrar a la divinidad que permaneció en la América prehispana durante muchos siglos como muestran las excavaciones arqueológicas en los entornos de las pirámides aztecas, por citar algo muy conocido. Los romanos se lo prohibirían a los vetones, de los que sabemos que, por citar un ejemplo, se sacrificaron varios individuos en la pira en que se quemó el cuerpo de Viriato. También conocemos casos de sacrificios humanos en el mundo celta centroeuropeo y en el Oriente Próximo había cultos a Attis en los que los iniciados se autoflagelaban y llegaban incluso a eviración o autocastración. Un estadio superior a esas inmolaciones primitivas es lo que supone la admisión del muñeco como elemento simbólico y la creencia de que los ritos que se ejecuten sobre él tienen trascendencia religiosa por la carga mágica que es capaz de asumir y desprender. Las creencias en la magia y sus poderes para alterar las fuerzas de la naturaleza serían el punto de partida para la mayoría de estas creencias.
Tras esto, creo que ya podemos concluir que el Peropalo es un muñeco en el que se simboliza a un ser superior, de naturaleza divina o semidivina, que según las creencias paganas, renace cada año para ser destruido en pro de la regeneración de la naturaleza. Por eso el primer paso de la fiesta, en medio de la desolación invernal, es predicar la buena nueva, anunciar la noticia extraordinaria; esto es lo que se hace con la exhibición de la cabeza por las calles del pueblo a cuyos habitantes se alerta con el soniquete nervioso de un tambor, un ritmo que obliga a ir a paso rápido e impulsa un rebullir en el interior del individuo. La alegría de la aparición, y, por tanto, seguridad de que el renacer de la naturaleza está próximo, se resalta con el baile de la jota. En el panorama desolador del invierno ha surgido, pues, un rayo de esperanza. No ha de extrañar que se reciba con gran alegría. Naturalmente no surge de la nada; lo promueve el grupo de peropaleros, una hermandad laica con la que, a partir de Trento, debió entroncar una cofradía religiosa, la Demanda de Ánimas, que, según José Manuel Novoa, era la más rica de las existentes en el pueblo; deducimos esto porque “los fieles daban limosnas para la demanda de ánimas tradicionalmente los tres días de Carnestolendas en la plaza pública”. Reténgase este detalle porque después aludiremos de nuevo al ofertorio.
El paso siguiente ya es la confección del muñeco. La noche del sábado, en lugar secreto, sólo con la presencia del grupo de iniciados se rellena de heno, de una forma ritual, un traje de una pieza con una apertura por la pechera para introducir el heno, el material que le dará forma; no ha de ser un traje cualquiera, sino que es igual al de años anteriores hasta el extremo de que un mismo traje durará varios años, pues, como diremos en su momento, a la hora de quemarlo se produce la sustitución de algunos elementos. Estos aspectos externos, altura, traje negro, pañuelo blanco de pico sobre el pecho y parte de la espalda, la faja negra, botas negras y la misma posición de las manos, la izquierda flexionada y escondida en la faja, la derecha extendida un poco separada del cuerpo… todo esto ayuda a creer que es el mismo ser cada año; así el poder de resucitar conferido al protagonista se objetiva a partir de estos aspectos materiales que coinciden siempre con el recuerdo de la imagen que se guarda del año anterior. Con un palo, que entra por un orificio hecho en la entrepierna del traje, se le une a la cabeza y ésta se toca con un sombrero negro que, para que no se lo lleve el viento, se le clava.
El rostro que ofrece hoy el personaje es poco atractivo, seco, adusto, de rígida expresión y mirada siniestra ¿Fue siempre así o en algún momento tuvo un aspecto risueño o un semblante más atractivo? Como sólo conocemos esta cabeza podemos pensar que, por convertirle en el símbolo de Judas, su faz está perfilada para provocar más rechazo que simpatías. No sabemos si el hecho de que la madera provenga de una raíz de brezo -en la localidad conocida como turra- tiene alguna significación o fue realizada de esta materia exclusivamente por su resistencia o por alguna otra razón; más fácil hubiese sido hacerla del tronco de un árbol frutal, como la higuera, el cerezo, o el melocotonero, por mencionar árboles muy abundantes en la zona. Una vez confeccionado se le traslada con sigilo al domicilio de uno de los peropaleros desde donde se iniciará, al amanecer, en torno a las siete, la procesión del silencio, en la que le conducen a la aguja en la que será expuesto. Su colocación, en lugar visible, en la aguja clavada en la tierra, podría significar, una forma de trasmitir la fuerza de ese ser superior, divino, que podría representar el muñeco, a las telúricas de la naturaleza, según sugiere José Luis Blanco y nosotros interpretamos que también en esa línea, la expansión de su mana, -su fuerza mágica- podría apuntar el hecho de que cada día tenga una posición diferente, para que, al cambiarle de postura, la fuerza misteriosa que irradia se expandiese hacia todas las direcciones por las que, por haber espacios abiertos, pudiese circular; en ese mismo sentido iría la significación de los paseos rituales que se le dan cada tres horas y el rito, actualmente llamado de “la judiá”, que consiste en inclinarle tres veces casi hasta hacerle rozar el suelo haciendo un pequeño paseo en una zona de la plaza, mientras que las personas se entrecruzan, generalmente con fuertes roces, formando un rectángulo.
Los actos del lunes son similares a los del domingo; la reiteración como fórmula para, por insistencia, conseguir un objetivo. El martes, en cambio, se acelera el ritmo del festejo con diferentes ritos que el paso del tiempo ha trastocado, a nuestro parecer, casi totalmente en algún momento. Arranca con un juicio al que nadie pone atención porque la sentencia es lo importante y ésta es inevitable. En algunos lugares al muñeco se le acusa de lo malo que ha ocurrido en el lugar, mientras que, sus defensores, alegan los aspectos que hayan sido beneficiosos. Haya sido cual haya sido, la sentencia será condenatoria; eso quiere decir, que la necesidad de que, para que la vida de la comunidad sea mejor, se exige la muerte del protagonista . Es muy posible que la forma del juicio que adopta este pasaje de la fiesta tenga una procedencia medieval y responda a lo que podían ser las variadas increpaciones que la comunidad podía proferir contra el personaje; es, en definitiva, una forma de encauzar la actitud anímica de la gente por una vía formal al objetivar y ritualizar el momento que concluye con el paseo sobre el asno, aunque no se haga como se realiza en algunos pueblos, por ejemplo, del entorno pirenaico –o se hacía en Cáceres con el Febrero- en el que se coloca al muñeco sobre el asno y lo agarran varias personas para que no se caiga; aquí se recurre a la sustitución del muñeco por una persona. Responde a esa mentalidad de utilizar la exhibición como una fórmula ejemplarizante. Con el paso del tiempo y la pérdida de la conciencia de lo que significa el acto ha hecho que se haya volcado, erróneamente algunos años, más la liberación de las tensiones sobre el animal que sobre la persona. El burro sólo es el medio para infamar y vejar al condenado; el paseo por el pueblo es la oportunidad para que por todas las calles se le insulte y se le eche en cara lo que, en el juicio, hubiese podido ser la causa de su condena.
Es claramente medieval la presencia de gente armada en la fiesta; nos referimos tanto a una cohorte de los alabarderos que acompañan al “Capitán”, como a unos cuantos escopeteros; tanto unos como otros, con sus armas, sirven como defensa de la legalidad, de la voluntad popular. Los escopeteros acompañan al Peropalo en el paseo vejatorio en que al muñeco lo sustituye una persona y los alabarderos aportan un aire de teatral firmeza; aunque da la impresión de que, por lo elemental del medio, la defensa del Peropalo siempre se ha sustentado por la fuerte garrota que llevan los peropaleros.
Como mencionamos, en el caso del Peropalo, los alabarderos se unen en torno al “Capitán”, la persona que porta la insignia, la bandera de la fiesta. Si tenemos en cuenta su misión -portaestandarte y pagar los gastos del convite-, está claro que se ha mudado la palabra clásica que se utiliza, en el pueblo para demás actos similares, “mayordomo” , por una que implica una conciencia militar y, a ésta, hay que añadir una sobrevenida en el proceso de la fiesta como consecuencia de la evolución de las circunstancias sociopolíticas, la necesidad de organizar una defensa por desconfiar de una parte del pueblo. Hay quien relaciona la bandera con un estandarte islámico por el icono que aparece en ella, la media la luna; sin embargo, hay que tener presente que, si bien ha llegado a nosotros, deformada con rasgos antropomórficos, podemos imaginar que, inicialmente, tendría la forma de la luna, con ese menguante mirando hacia la tierra; creemos que es la hierofanía de un astro al que, en la religiosidad prerromana, se le asignaba una doble función: lugar de reposo de los muertos y ejemplo de la máxima vitalidad por su capacidad para modificarse, y, tras menguar, reaparecer con su plenitud de nuevo. Consideramos la enseña de la luna como un elemento clave, pues el ritual primitivo no era exclusivamente una fiesta para los vivos, sino un punto de máxima unión de los vivos con los difuntos a los que no se les alejaba radicalmente, como nosotros, del entorno en que habían vivido; el “más allá” era un concepto clave y, por esa forma de creer en la ultratumba, se organizaba el rito funerario en la mayoría de las culturas con la presencia de elementos cotidianos que pudiesen servir al difunto en la otra vida, aunque se quemasen sus restos mortales. Acaso los ejemplos más conocidos procedan de la cultura egipcia y pudiéramos tomar como muestra más clara el afán por el “más allá” de sus faraones. Esta importancia de la unión entre vivos y difuntos es lo que explica que, en algunos carnavales, haya predominado por superposición de las ideas de la religión cristiana, la relación con las ánimas y la bandera pase a ser una enseña que penetra en la iglesia, lugar que se convierte en el culmen de la fiesta; con esto nos referimos, obviamente, a los “carnavales de ánimas”.
También está relacionado con el “más allá” el ofertorio en el caso de Villanueva y la cuestación que se hace por las calles en los “carnavales de ánimas”. Modernamente se reduce a entrega de dinero, pero, siglos atrás, cuando el dinero tenía una presencia menor en la vida de la gente, las ofrendas para la demanda de ánimas era también en especie como nos documenta Jose Manuel Novoa ; y si nos referimos a los rituales primitivos las ofrendas eran bienes para ser consumidos en un ágape colectivo, punto en el que confluía la máxima cantidad de energía y que servía para que de la actividad comunal surgiese una plétora que, según las antiguas creencias, alimentaba también a los difuntos. En el ofertorio de Villanueva hay un elemento llamativo, la presencia de los calabaceros y sus acciones. No hay duda de que estos personajes entroncan con los lupercos romanos como hacen los botargas, cucurrumachos, cigarrones, guirrios, pantallas, peliqueiros, zarramaches, morraches … y tantos protagonistas que, si difieren en los nombres, se asemejan en utilizar para su vestimenta pieles de animales o ropas estrafalarias. Los lupercos se caracterizaban por golpear con pieles o vejigas de animales a las personas, especialmente a las mujeres, y su labor se consideraba benéfica, pues se creía, que, por efecto mágico, favorecía la fertilidad, Por estar relacionados con los pastores algunos llevan cencerros para ahuyentar al lobo y a los malos espíritus. Estos personajes han evolucionado de forma distinta según los lugares; en unos casos, su vestimenta ha ido hacia lo exótico por lo colorista y adornos o elementos inusuales en los hombres, como son los gorros mitrales o los faldellines; en otros, por la fusión con elementos de Kalendas de Jano, con la mascarada de procedencia animal, ya sea para cubrir el rostro, en una fusión del hombre con el animal o para encubrirlo y no ser reconocido. En el caso de Villanueva, como algunos de otras poblaciones, los calabaceros se caracterizan, por su vestimenta negruzca, los sacos de harpillera y las medias cubriéndoles el rostro, las ropas raídas, viejas, destrozadas tienen una clara significación negativa. Igual que otros lupercos de la España rural llevan palo, pero en Villanueva, la vejiga ha sido sustituida por un elemento vegetal con una forma claramente fálica, la calabaza y, para mayor vistosidad, se añaden cuantas calabazas sea posible manejar con el palo. Irrumpen en la plaza con fuerza arrolladora y haciendo jeringonzas, movimientos extraños, llamativos. Su marcha es imparable, y cual ejército maligno, el grupo arrolla cuanto encuentra a su paso; sus componentes hacen algunas cabriolas, con una finalidad ciertamente cómica, al oír los disparos de las escopetas que los escoltan. Su acción es negativa, puesto que golpean a los que entran a ofrecer, por lo que pueden representar fuerzas que se oponen a lo que pueda significar el ofertorio; sólo se libran de sus golpes, los “capitanes” y quien porta al Peropalo y, por deferencia, las mujeres. Como se ve, se ha trastocado su misión puesto que debían ser estas, las que, siguiendo los viejos ritos, recibiesen el golpe de la vejiga fertilizadora. Hay constancia documental de que, el martes de Carnaval, en la corte de Jaén, en 1464, el condestable don Lucas de Iranzo organizó un combate de campesinos armados con calabazas y luego terminó con una gran comida de hermandad. El vigor, la fuerza descontrolada y el fuerte sonido del entrechocar de las calabazas aporta a la fiesta ese plus de enérgica vitalidad que era imprescindible en el viejo ritual para trasmitir energía positiva a los difuntos, según sus creencias. Sin embargo, hoy día lo que resalta es lo grotesco propio del Carnaval y su significación está claramente orientada a señalar la presencia del principio negativo frente a la generosidad de los oferentes que, pese al riesgo de los golpes, llevan adelante su generosa misión, donar dinero para las ánimas. En los siglos en que la gente era consciente de que su ofrenda era para los fines de la cofradía denominada “Demanda de Ánimas”, los calabaceros eran una representación festiva de lo demoníaco, una fusión de fiesta y teatralidad que es, desde hace siglos, inherente al Carnaval.
El Paseo es procesión en la que, tras la bandera con la media luna en forma antropomórfica que porta el “Capitán” sobre el hombro, su mujer lleva, enhiesto delante de ella, un chorizo colgado de una zarza; les acompaña el grupo de alabarderos con una misión claramente defensiva; esta presencia del grupo amado resalta la significación del acto y, obviamente, todo el pueblo le da suma importancia . Este ritual es un claro ejemplo de la conexión de la fiesta con procesiones similares de las que tenemos constancia por los estudiosos de la religiosidad griega. Es, sin duda alguna, a través de los elementos simbólicos, una clara faloforía pues el pene se sustituye por un chorizo. Con el paseo simbólico de los atributos varoniles lo que se desea es que su fuerza mágica se irradie, en primer lugar, en el grupo de mujeres, bellamente ataviadas, que caminan detrás entonando canciones de temática amorosa y, en segundo lugar, para que las virtudes que puedan emanar del símbolo se extiendan también por el lugar y afecten a quienes no están presentes en la procesión. El hecho de que sea una zarza es claramente una modificación del festejo tras haberle dado un carácter antisemita, como si, tras la castración, se quisiera que siguiera sufriendo. En el ritual primitivo debía pender de otro elemento vegetal, suponemos que sería un ramo de olivo, como en el caso del ramo con ofrendas que se porta en la procesión que se celebra con motivo de la festividad de san Sebastián en el pueblo. El Paseo concluye con lo que, en el lugar llaman, de acuerdo con una nomenclatura belicista, “jura de bandera”; de “jura” sólo tiene el nombre, porque lo que se hace es, como en los cientos de lugares en que se utiliza la bandera en actos religiosos, ondear el estandarte en movimientos rituales que se repiten, según la habilidad de los ejecutantes. No es un acto aislado, sino que está relacionado con el ofertorio y el que “tira” la bandera ha de ofrecer previamente una cantidad fijada por el grupo de peropaleros. Por la conexión de ambos ritos y por la presencia de la luna en el estandarte creemos que todo entroncaría con esa relación con los difuntos a la que hemos aludido antes. La luna era el lugar de reposo de los difuntos y también el espíritu vivificador por su poderío ante la muerte ya que, pese a desaparecer alguna noche, volvía a aparecer, a resucitar.
La ejecución de la muerte se realiza, en la plaza del pueblo, al oscurecer del martes de Carnaval; es el punto final del rito del Peropalo, pero, antes de proceder al manteo del muñeco se ha procedido a la decapitación y, además, a la sustitución de la vestimenta, por lo que, en realidad, lo que se quema es otro muñeco; éste resulta casi informe, pues no tiene los elementos del traje que caracterizan al Peropalo (faja, pañuelo, botas); es un tronco amuñonado que se hace con ropa vieja sin que importe que el mono que se rellena de heno sea, o al menos ha sido algunos años, azul; además, llega incompleto porque, durante el trayecto por las calles del pueblo los calabaceros, que son quienes lo llevan en unas angarillas, lo desmembran y dejan restos de su cuerpo por las calles, como si, en el rito primitivo, se fuesen dejando partes por todo el lugar. Al tiempo que se le mantea se dispara sobre él y luego se procede a la quema de los restos esparciéndose algunos restos y sus cenizas por la plaza. La muerte ritual con carácter salvador se ha producido; la esperanza puesta en su capacidad regeneradora es motivo de alegría y se culmina la fiesta con el baile de la jota al son de los tambores,
Antes de concluir este artículo no podemos dejar de preguntarnos por el nombre del protagonista. Y antes de anotar teoría alguna sobre el nombre, hemos de señalar que en la escritura, se le presenta en formado por dos palabras, Pero y Palo y que la gente, al referirse a él, siempre coloca el artículo determinado delante y con un claro sentido reverencial, como ya mencioné más arriba, hasta el extremo de hacer mohines, si se recuerda que es un muñeco, un pelele de heno.
Hay quien cree que, por juzgar su origen histórico, que pudo ser una persona, un Pedro, que en la edad Media fue empalado, otros el Pero lo encuentran como sinónimo de hombre, pero el Palo no puede aludir a su constitución, puesto que no es de madera, sino de heno. Por la materia de que está hecho una denominación correcta es la que utilizan en Alcozar, un pueblo soriano, donde, al muñeco de sus carnavales, le llaman Perico Pajas;
Nos parece inadmisible que sólo se haya denominado Peropalo al protagonista del Carnaval verato y que de aquí haya salido al resto del país, especialmente por el sur de España.
Esta extensión a otros lugares de la geografía la resaltamos por la documentación de la palabra desde finales del siglo XV en documentos escritos, aunque con una significación diferente. Lucien Clare, profesor de la Sorbona, ha rastreado la presencia de la expresión “pero palo” como fórmula apelativa con la que se designaba a un muñeco con una finalidad diferente; este “pero palo” sería un nombre común, cuya escritura, por extraño que parezca, casi siempre aparece separada, con el que se nombra al muñeco que los caballeros utilizaban en el campo de entrenamiento para ejercitar su habilidad en el uso de la lanza. El profesor francés encuentra la siguiente datación: en 1495, “un pero palo de hierro”, en el archivo de Lorca (Murcia); en 1584, “don Pero Palo” en Aracena (Huelva); en 1610, se alude a él en una copla de disparates “un gran don peropalo con su cota”; entre 1620- 30, en Granada, con motivo de la inauguración de la Plaza Nueva, se celebran “justas y torneos, sortijas y un don Peropalo o estafermo”; en 1642, “ejercicio de Pedropalo”. Diego López natural de Valencia de Alcántara, al identificarlo con “estafermo” nos da una explicación del uso que se le daba al muñeco y especifica su constitución como “hombre de palo”. Nos llama la atención que, en el texto de Aracena, acaso por celebrar unas fiestas y querer hacer el acto jocoso, se le colocasen unas vejigas, en vez de las bolas hirientes que eran usuales, como elemento de castigo para el caballero torpe.
También se ha utilizado la expresión “pero palo” con otra finalidad: nombrar al muñeco que se colocaba en la plaza de toros para que el morlaco arremetiese contra él y que, posteriomente, sería sustituido por una persona cuya acción se ha vulgarizado dentro de la tauromaquia como hacer el “don Tancredo”. Este nombre también se usó en América y allí crearon otro parecido con esta misma finalidad, “domperoleño”, aunque el muñeco no era de madera.
Tras ver una acepción de la expresión “pero palo” para denominar a un muñeco que utilizan los nobles en sus juegos y que luego pasó al mundo de la tauromaquia, podemos plantearnos su contacto con el muñeco de Villanueva ¿Lo tomaron los villanovenses de los entrenamientos de los caballeros? Teniendo en cuenta que Villanueva y las aldeas que formaron el actual municipio están muy lejos de cualquier centro en el que habita la nobleza y que de todos sus habitantes ninguno ha tenido relación con la nobleza, ni siquiera hidalgos, nos parece muy difícil la asimilación y la aceptación de todo el municipio del nombre del muñeco de su fiesta, por una posible semejanza en la forma, con el muñeco que utilizaban los caballeros para romper cañas y lanzas. No olvidemos el carácter reverencial que el Peropalo sigue teniendo para los vecinos del lugar y la misión, meramente lúdica, que la nobleza asignaba a su “hombre de palo”. Hay una oposición entre lo sacro y lo profano; y, en estos casos, con la evolución de la sociedad, lo que suele predominar es una desacralización de los objetos y ritos sacros y no al revés. En este sentido interpretamos el hecho de que al llamado “don Pero Palo”, en Aracena, se le colocan, no unas bolas hirientes en la mano derecha, sino unas vejigas cuyo golpe era, obviamente, menor. La explicación es sencilla; cuando se pretendía adiestrar era preciso que se temiese el golpe, pero en Aracena lo que se pretende es hacer reír dentro de unas fiestas, por lo que se buscaba el mero divertimento del público y no la utilidad práctica del ejercicio.
En esta línea desacralizadora hemos de interpretar la presencia de un “don Pero Palo”, hecho de heno –no de madera, ni de hierro- sobre un asno dentro de un cortejo, claramente con fines paródicos y para provocar la risa, que se organizó para celebrar la canonización de san Francisco Javier en Marchena, en 1619, (Sevilla). El desfile lo formaban grupos de comparsas y a la puerta del colegio de los jesuitas les esperaba el “don Pero Palo”, con la vejiga en la mano, al que increpaban e insultaban jocosamente. Como se ve, por estos detalles, es un muñeco con una estructura y una finalidad diferente y más en línea con lo que podía ser un muñeco carnavalesco. Creemos que la presencia de muñecos similares tuvo que ser generalizada en festejos carnavalescos y por esto pudo pasar a las formas teatrales de carácter popular con las pequeñas obrillas, generalmente bailes, a las que se conoce como mojigangas.
En un punto de apoyo muy diferente se basa José Luis Blanco Fernández, en el artículo ya citado, al sostener el ritual del Peropalo como rito de fertilidad; lo hace, como arqueólogo, a partir de la relación de unas joyas de oro encontradas en el entorno de Villanueva con la religiosidad egipcia. “Desde este punto de vista, podemos pues considerar que la fiesta del Pero-Palo, es una fiesta agraria originaria del calcolítico y puesta en escena, en cuanto al ritual se refiere, en el momento que se llama en la Arqueología clásica «de las colonizaciones», (...) que sitúa la «institución» del ritual del Pero-Palo, entre los siglos VIl y IV antes de J. C.”
Este carácter de fiesta desacralizada procedente de antiguos ritos de la fertilidad que los pueblos precristianos celebraban en el ciclo invernal creemos nosotros que es el sentido que tuvo inicialmente el ritual del Peropalo . Y por esta relación se escogía como “capitanes” o portaestandartes al matrimonio que se había casado recientemente, confiando en que les ayudaría a tener descendencia.
Antes de finalizar queremos aludir a una cuestión que es posible que se haya planeado algún lector. ¿Cómo es posible que en Villanueva de la Vera, un pueblecito de la provincia de Cáceres, se haya conservado un festejo como el que hemos expuesto? La localización geográfica del municipio puede ayudar algo; es un lugar enclavado en la falda de la cordillera central y las comunicaciones de la comarca, por la orografía y abundantes riachuelos, han sido difíciles hasta el siglo XX. El nombre del pueblo alude a un lugar de nueva creación y esto puede ser engañoso; el amplio término municipal del municipio se explica por ser la conjunción de varias aldeas que tuvieron vida propia hasta la edad Media y luego sus habitantes confluyeron en un punto. De esas aldeas una apunta a sus orígenes vetones, Salobrar, antes Solobriga, inicialmente en un castro; otra nos conduce a un asentamiento posterior, más dedicado a la agricultura y con conexión con el mundo romano, Sorihuela.
De esa confluencia puede surgir una tipo de religiosidad en el que, con el paso del tiempo, se asimilan ritos de unos y de otros y los descendientes de las distintas comunidades acaban haciéndolos suyos con un carácter unitario. La evolución de la sociedad le daría más tarde ese carácter antisemita que aún aflora, como un elemento de puro folclor, en alguna de las canciones. No puede haber sentimiento en lo que se canta pues, desde la expulsión de los judíos en 1492, los conversos que permaneciesen están asimilados y la canción es solamente una excusa para el placer que conlleva la fiesta.
Defendemos, pues, la tesis de que el origen de la fiesta del Peropalo está relacionado con los antiguos ritos invernales de la fertilidad; hemos tratado de desvelar algunas aspectos de los ritos que se realizan en la fiesta a los que, con el paso de los siglos, se les han añadido velos que ocultan o no permiten ver el hondo significado que encierra esta fiesta.
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