El Peropalo. Carnaval en Villanueva de la Vera

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El Peropalo. Análisis del Festejo, por José María Ambrosio

Lunes 1ro de febrero de 2016, por Jilandero (actualizado el 1ro de febrero de 2016)    Ver en formato PDF


La coincidencia de las Fiestas del Peropalo con el Carnaval cristiano no debe extrañarnos puesto que éste ha reemplazado todas las fiestas precristianas que conmemoraban la llegada de la primavera en un sincretismo de los más socorridos. Los carnavales, como otras muchas fiestas similares del ciclo de invierno se caracterizan por un ritualismo simbólico en los que valores paganos como la fertilidad, la pureza o la fuerza, propios de culturas arcaicas se mezclan con mascaradas en las que aparte de conjurar el mal e invocar a la fertilidad tienen como finalidad la subversión del orden establecido.

En esta fiesta se mezclan los rituales de celebraciones paganas y otros ritos propios del carnaval, con la representación de la condena y muerte del personaje, el Peropalo. Características del carnaval son las máscaras y las bromas, el disfraz tradicional popular, que es confeccionado por el propio usuario con todo tipo de ropas viejas y sombreros raídos que le sirven para transformar su personalidad, tiznándose la cara con hollín de corcho quemado, que puede haber derivado de la costumbre de los pueblos primitivos de disfrazarse con pieles de animales dentro de sus rituales; el disfraz supone solamente una mutación voluntaria de la personalidad o más bien la intención de mostrar la verdadera personalidad, que habitualmente hemos procurado ocultar a todos, incluso a nosotros mismos, liberando nuestras fuerzas interiores. En cuanto a la costumbre de tiznarse la cara, también puede entenderse como un símbolo de la luna nueva, que reina en estas fiestas, en contraposición con la luna llena que dominará en la Pascua. La luna nueva, que durante tres noches no se ve en el cielo, representa las fuerzas ocultas de la tierra, el Peropalo nace a media noche y muerte tres días después, al atardecer regresando de nuevo al reino de la oscuridad, después de haber sido purificado por el fuego. El contraste con la muerte y resurrección de Cristo es notorio. Cristo muere en la cruz al atardecer, cuando la luna llena domina la noche, y resucita tres días después a media noche, vuelve del reino de los muertos, de las tinieblas y trae la luz, así se trasladó a Cristo el simbolismo primitivo del dios solar al que las tinieblas no pueden vencer.

Las bromas típicas de carnaval están permitidas incluso entre las personas de las más diversas edades, “en carnaval to pasa”, quiere decir que hay que aguantarlo todo. Las canciones soeces o críticas se oyen a menudo durante estos días en los que hay libertad y licencia para expresar lo que se quiera.

Como son carnavales

y todo pasa

a mi novia la he dado

las calabazas.

Los cantos, las bromas, la licencia sensual, sirven en realidad para disimular la angustia, el temor ante las fuerzas ocultas de la Naturaleza. Esa angustia y ese temor tienen un origen mágico arcaico; es una fiesta que se vive a la sombra de la muerte, de la que surge una nueva regeneración, en este caso, en forma de libertad y seguridad.

El origen del Peropalo es desconocido. Existen varias versiones que circulan por el pueblo; pero lo más probable es que se trate de una síntesis de todas ellas. Una versión explica la fiesta como representación de un hecho histórico. Se cuenta que por el siglo XIV fue apresado un malhechor, dedicado al pillaje y a los delitos sexuales; sería condenado a muerte y, como aviso para otros, se continuó representando en años sucesivos.

Otra explicación diferente sitúa al Peropalo como símbolo del "cacique", hombre de alta posición social y económica, tirano, que es capaz de seducir a las mujeres y engañarlas. El pueblo termina rebelándose contra él, es juzgado por un tribunal popular, condenado y ejecutado. La crueldad del pueblo que se entrega al linchamiento supone la descarga de una tensión largo tiempo reprimida. Dicha muerte constituye el rito de reconciliación entre el infractor de las leyes de la comunidad y la comunidad misma. La muerte del reo adquiere caracteres atrozmente cómicos, entroncando directamente con los ritos burlescos de degradación, difamación y destrucción propios del Carnaval. En efecto, tanto en el momento de la supuesta prisión de Peropalo, como en el momento de su ejecución e incluso durante su juicio, una parte del pueblo llora y pide la libertad del acusado, porque es bueno, y otra que pide la muerte. En la muerte del reo podemos apreciar una similitud con los actos sacrificiales antiguos o, incluso, con el ritual de muerte y resurrección de Cristo, cuya pasión en muchos aspectos puede relacionarse con un rey de escarnio. Pero, no debemos olvidar, que en las sociedades agrarias las fiestas son fundamentalmente cíclicas y que nos encontramos al final del Invierno, por lo cual estas fiestas tienen como finalidad fomentar el resurgimiento de la naturaleza, provocar mediante sus ritos mágicos la vuelta de la Primavera, y en ellos podemos encontrar el primer origen y los fundamentos principales de esta fiesta.

Encontramos en ella características de los primitivos rituales paganos, como ceremonia mágica para combatir el mal: los sacrificios humanos, la incineración del muñeco, la mutilación del falo, la confección del muñeco en un lugar secreto, la consideración del personaje como talismán sexual y de fertilidad,... se lleva a cabo una muerte ritual, que se renueva cada año en una imagen, que siempre es la misma, de la cual se conserva siempre una parte (en la versión actual, la turra o cabeza). Su esencia mágica se encuentra en la parte que se conserva de un año para otro. En el momento en que la cabeza se incorpora al muñeco éste recobra la vida, y se dispone a revivir una vez más, su pasión simbólica.

Por los restos encontrados en el importante yacimiento de Pajares, localizado en la parte sur de nuestro pueblo, que podemos situar entre los siglos VII y IV a.C., los habitantes de este poblado por su carácter minero y por dedicarse a la orfebrería hubieron de tener importantes relaciones con los pueblos orientales a través de las civilizaciones del sur de la península, como la de los tartesos. Podemos determinar que, aparte del intercambio comercial con las culturas orientales, también hay un intercambio cultural y religioso con la incorporación de rituales que se incorporan a los propios. Los escarabeos; amuletos en forma de escarabajo, presentes en estos yacimientos nos hablan de un conocimiento de los fenómenos religiosos egipcios, tartesos o etruscos. La tradición de la muerte y despiece de Osiris, así como de la búsqueda y reconstrucción del cuerpo por su esposa Isis, faltando siempre un elemento del cuerpo (el sexo), que aparece y le da la vida en el momento de las fiestas de la Primavera para que fertilice a las plantas, ofrece similitudes impresionantes con la prisión, muerte y despiece (guardando una parte del cuerpo). Asimismo podemos encontrar una gran similitud de esta tradición egipcia con una escena del ritual del Paseo donde la capitana porta una larga zarza de la que pende una ristra de chorizos, que simbolizan los genitales castrados del reo, y realiza un recorrido por todo el pueblo con una verdadera intención fecundadora, terminando con el ofrecimiento de los mismos en el Ofertorio de los Calabaceros. De esta forma se ha llegado a enmascarar que la parte del muñeco que se guardaba era el sexo.

Lo que posteriormente se ha convertido en el rito de la “judiá”, aparte de ser una representación de la lucha de las fuerzas del bien y del mal sirve como pretexto a contactos corporales entre los dos sexos. Esta representación permitía que los miembros de la comunidad pudieran descargar las tensiones acumuladas a lo largo del año, los unos realizando el papel de los asesinos del dios, los otros, particularmente las mujeres, tomando la defensa del dios de la fecundidad. La unión del capitán y la capitana, debía significar la fertilización de la tierra por la divinidad, antes de que sea ejecutado y muera hasta el año siguiente. Por esta razón cada año, los mozos, al final de la fiesta se presentan al puesto de capitán para el año siguiente, haciendo demostración de fuerza o habilidad, representada en la actualidad por el volteo de la bandera. La comunidad debía sin duda elegir quién de entre ellos había merecido representar al dios fecundo en el ritual del próximo año.

Cuando llegó la Romanización a nuestra comarca, los ritos de sus habitantes primitivos se sincretizaron con otros romanos como las lupercales. Es quizá de este momento del que procede la parte del ritual de las calabazas, recuerdo de los golpes que los sátiros daban a quienes hallaban a su paso con las pieles del macho cabrío sacrificado. No olvidemos que los calabaceros van disfrazados, como los participantes de las lupercales, en la actualidad con harapos, sacos de arpillera, etc. que debieron sustituir a las pieles del ganado utilizadas en otros tiempos; así mismo en la actualidad son los quintos, los adolescentes que pasan a la edad adulta, los protagonistas en el Ofertorio de las Calabazas, y otra coincidencia es el cuerno de macho cabrío que teñido con agua y pimentón (sangre) utilizan para ungir a los oferentes.

Las lupercales se celebraban el día 15 del mes de febrero. Su nombre deriva supuestamente de lupus (lobo) e hircus (macho cabrío). Un cuerpo especial de sacerdotes, los luperci, eran elegidos anualmente entre los adolescentes, que debían vivir en el bosque y sobrevivir exclusivamente de la caza durante el tiempo de su iniciación a la edad adulta, comportándose como lobos humanos. Durante estas fiestas realizaban el sacrificio de un macho cabrío, animal considerado impuro. Después se tocaba la frente de los luperci con el cuchillo teñido en sangre; cortaban la piel de los animales sacrificados en tiras que utilizaban para cubrirse el cuerpo y salían alrededor del monte Palatino donde golpeaban a todos los que encontraban a su paso. El ser azotado por las tiras de cuero de los luperci equivalía a un acto de purificación, y era llamado februatio. Los luperci van ungidos en sangre de animales impuros (como si vinieran de caza) con pieles de lobo, golpeando con el látigo como si fuera un miembro viril.

Cuando se introduce el cristianismo, como con el resto de fiestas de origen pagano, le quedan dos soluciones: o aceptar un sincretismo carnavalesco o desaparecer. El pueblo, naturalmente, opta por la primera solución, guardando la sacralidad del rito para el momento de la reconstrucción del Peropalo. Por eso es el acto más secreto de todos, al que solo pueden acudir los iniciados. Las instrucciones de defensa del secreto, incluso a costa de la violencia física, nos confirman esta teoría. El hecho de que durante mucho tiempo se haya creído en el pueblo, que, efectivamente, hay un secreto, apoya aún más estas suposiciones. Y de esta manera el Peropalo continúa su revivir y morir a través de toda la Edad Media.

Una última versión lo explica como un "auto de fe", en el que se condena a un reo judío. El decreto de expulsión de los judíos fue promulgado por Fernando e Isabel el 31 de marzo de 1492, ofreciendo a los judíos la posibilidad de elegir entre convertirse al cristianismo o marcharse en un plazo de tres meses. Estuvo precedido por un siglo de persecuciones esporádicas en las que los clérigos tuvieron un papel muy destacado fomentando en el pueblo, sobre todo en los campesinos cristianos, un fuerte odio contra ellos; a veces, incluso, en contra de la opinión de los monarcas. Los judíos siempre habían mantenido buenas relaciones con los señores y, sobre todo, con los monarcas; algunos judíos desempeñaron un papel significativo como financieros y prestamistas de dinero, otros ocuparon importantes cargos públicos especialmente como recaudadores de impuestos de la Corona, y vivieron años de prosperidad, especialmente en los siglos XII y XIII. Los judíos eran considerados como “esclavos del rey” y eran protegidos por los monarcas frente a cualquier reclamación por parte de los nobles, autoridades eclesiásticas o municipales. Esto permitió a las comunidades judías tener un grado considerable de autonomía. Eran necesarios en muchos oficios: artesanos, carpinteros, ceramistas, hojalateros, orfebres, peleteros, herreros, médicos,... Algunos judíos actuaban como recaudadores de las rentas reales, actuaban como financieros e influían en la política, y por ello eran odiados especialmente por los cristianos viejos, cuyo oficio es la agricultura y la ganadería, ya que éstos son mucho más pobres y se encuentran sometidos y esclavizados por los señores.

Los judíos que no quieren marcharse se convierten al cristianismo. De esta forma, surge un nuevo tipo de población, los conversos, llamados también marranos o cristianos nuevos, en contraposición a los cristianos viejos o lindos que son los originarios cristianos.

No obstante, las conversiones masivas no abrieron las puertas de la sociedad cristiana a los que se habían convertido. Ni la sociedad ni la Iglesia crearon los medios necesarios para su integración. Con el correr del siglo XV, éstos cristianos nuevos despiertan la envidia y los celos de los cristianos viejos y comienzan las intrigas y las demandas en su contra.

Más de una década antes de la expulsión, en 1478, los monarcas católicos, presionados por un fuerte aumento del prejuicio popular y del fanatismo clerical, solicitaron y recibieron el permiso papal para establecer la Inquisición Española bajo el liderazgo de Torquemada, primer inquisidor general, cuya finalidad fundamental era investigar y extirpar la herejía de los conversos. Los tribunales recibían informes y deliberaban en secreto sin que los acusados tuvieran manera de enfrentarse a sus acusadores, raramente un converso juzgado sabía quien había testificado contra él. Los conversos hallados culpables podían ser sentenciados a muerte. Los así sentenciados eran entregados a la autoridad seglar, que los ejecutaba quemándolos en la hoguera, pues la Iglesia aborrecía el derramamiento de sangre. Pero, cuanto más severa era la persecución, más fieles eran a sus costumbres clandestinas, manteniendo vivo su judaísmo; realizaban reuniones clandestinas y guardaban, en la medida de lo posible, todos los preceptos y rituales. Durante los tres siglos siguientes los conversos serían considerados sospechosos de ser judaizantes. A aquellos que presuntamente carecían de limpieza de sangre se les impidió ocupar cargos públicos, llevar armas, ejercer ciertas profesiones y llevar cierto tipo de ropa. La Inquisición se vengó cruelmente con condenas, ejecuciones, encarcelamientos, flagelaciones por las calles, confiscación de propiedades y la humillación de familias enteras y de sus descendientes. Si un judaizante era apresado, habitualmente toda la familia también lo era, pues un prisionero incriminaba a menudo a los demás. La Inquisición española no fue abolida hasta el siglo XIX, en 1834, y se ha estimado que, hasta 1808, alrededor de 32.000 herejes, en su mayoría conversos, fueron quemados en la hoguera.

Sobre los dinteles de piedra de las casas del casco antiguo de nuestro pueblo aún podemos ver cruces y frases como “AVE MARÍA PURÍSIMA” que tenían la intencionalidad de mostrar a los demás la pureza de sangre de la familia que allí residía.


Bibliografía:

• “Los Judíos en la Comarca de la Vera, según El Fuero de Plasencia”. Martiria Sánchez López. Ver resumen aquí:

• “El Peropalo. Un Rito de la España Mágica”. Fulgencio Castañar. Ver resumen aquí.


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